[…] Guillermo Ortiz señala que “La universidad desconocida es el complemento perfecto de Los detectives salvajes”: “Lo que en la novela es ironía, noches mexicanas sin freno, realvisceralismo de tertulias y peleas, persecuciones tras un anciano Octavio Paz, aquí es realidad, dureza, anticipo de lo que será la segunda parte del libro que le consagró, aquella belleza perdida, aquel huir de la juventud desperdigada por un continente, Ulises Lima -su gran amigo Mario Santiago- y Arturo Belano buscando en el desierto de Sonora los rastros de un poema… Los detectives salvajes te mecen, te llevan en el asiento de atrás y si te pierdes te hacen un dibujito. La universidad desconocida, en cambio, te despierta con un vaso de agua helada”. Hasta que hacia el fin del milenio y con la publicación en 1998 de Los detectives salvajes termina por despegar -en términos editoriales- su narrativa, desplegada a partir de lo que Mario define como “una prosa muy poética y una poesía muy prosaica”, que demuestran “su dominio de la palabra que lo hacen uno de los mayores escritores mundiales cuando pensábamos que ya no iba a volver a aparecer alguien así, un misil en la literatura latinoamericana y un escándalo para el establishment literario chileno”. […]
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